Sinopsis

Kat tiene una vida normal. Solo una cosa no cuadra en ella: su nuevo vecino, Ethan Mckenzie.
Luego del accidente con su hermana Liz, todo apunta hacia Ethan. Él guarda un enorme secreto y ella esta dispuesta a descubrirlo.
Aunque eso implique un gran riesgo...
Las playas de Australia, con su interminable sol y sus codiciadas olas, serán testigos de la mayor aventura que pueden vivir dos jovenes con un romance peligroso.

miércoles, 31 de octubre de 2012

Capitulo 2: Segunda Parte




La casa no era muy grande, supuse que no eran muchos en la familia porque apenas lo veía de vez en cuando a Ethan, y hasta ahora nunca había visto a sus padres, o al menos a uno de ellos.
Las paredes eran amarillo pastel, las puertas y ventanas blancas, el techo negro y el jardín súper verde. En la entrada había una galería con pisos de madera y para llegar a la puerta principal, había que subir unos cuatro escalones en unas escaleras que se extendían la misma medida de la puerta.
Toqué el timbre y un sonido bastante lindo, de esos que siempre suenan en las películas, se escuchó desde el interior. Me gustaba el tono del timbre, siempre había querido una casa con ese mismo sonido.
Nadie me atendía, pero sabía que alguien tenía que haber, desde el interior se escuchaban unos pasos. Volví a apretar el botón del timbre y esta vez, los pasos de dirigieron a la entrada.
  -Hola- dijo Ethan apoyado en el umbral de la puerta, parecía sorprendido, demasiado para mi gusto- veo que me trajiste flores, no pensé que ese era tu estilo Kat.
Miré el ramo de tulipanes que sostenía con una mano. De pronto me sentí avergonzada, realmente parecía que se los iba a dar a él. Ni en sueños. Tenía que actuar rápido. Ya.
  -No son para ti- me apresuré por responder, aunque me salió un poco seca la respuesta- ¿está tu madre?- giró su mirada hacia el interior de la casa, luego volvió a mirarme y yo sentí que se ponía un poco incomodo, como si no supiera que decir- ¿está o no?
  - Salió temprano para Sídney- no sé si sería yo o no, pero pareció una respuesta apurada, como si se le acabara de ocurrir.
  - Bueno, entonces te las dejo aquí- le extendí el ramo, aunque la escena quedó algo ridícula- si se puede, tenlas frescas hasta que vuelva.
  - ¿Acaso Kat Cooper está tratando de ganarse a mi madre?- odiaba que me avergonzara a todo momento, siempre me hacía quedar como una tonta y eso que no habíamos hablado mucho que digamos- mira que eso no es necesario, ya no se usa.
  - Son de parte de mamá- di media vuelta y bajé dos escalones de la galería de entrada- inmaduro.
Terminé de bajar, intentando mantener mi dignidad, pero por dentro, me salían unas risitas tontas. Lo que me había dicho era algo gracioso, me avergonzaba, pero era gracioso.
  -Te espero cuando quieras- repitió desde la puerta, yo solo me giré y le dediqué una de mis sonrisas falsas, de esas que le mostraba cuando iba a la tienda a comprar cera de coco.
En la calle frente a mi casa, estaba Brianna estacionada con el auto de su madre, un Chevrolet CRUZE gris humo (la familia Parks era bastante conocida en Proserpine).
Me acomodé mi cartera en el hombro y me dirigí a la puerta del acompañante, tratando de no volver la mirada hacia Ethan, estaba segura que él seguía con su brazo apoyado en el arco de la puerta disfrutando la humillación que me había hecho pasar hacía unos momentos.
Subí al coche y me encontré con la mirada de Brianna bajo sus enormes lentes de sol imitación de Gucci. Estaba segura que había presenciado todo el espectáculo de las flores.
  -Hmm, no esperaba encontrarte con Ethan Mackenzie, pero si te interesa…
  -Ni lo menciones- casi le hago tragare sus palabras, jamás saldría con alguien como Ethan- solo fui a llevarle unos tulipanes.
  -En mi mundo eso lo hacen los chicos generalmente, pero cambiar no está nada mal.
“No tendría que haber dicho eso de los tulipanes”.
  -Mamá se los quiso dar a la señora Mackenzie, sabes que odio los tulipanes porque soy…
  -Alérgica- dijo Brianna completando mi frase.
Asentí mientras aspiraba en el inhalador que guardaba en mi cartera. Se suponía que lo tulipanes no me hacían nada si no los olía directamente, pero por las dudas, aspiré varias veces para no estar “contaminada”.
  -Bueno, al final, ¿Qué tal su madre? ¿Ethan heredó los encantos de ella o acaso el señor Mackenzie es el HOMBRE de la casa?- Las palabras de Brianna salía sin ningún filtro, eran una pregunta tras otra- en mi opinión, Ethan  sería el hombre de la casa, sus ojos y esos labios… no me molestaría que él fuese mi vecino. Además…
  -Brianna, es suficiente- puse los ojos en blanco, cuando tenía esos ataques de preguntas, era realmente irritante- no estaban sus padres.
  -¿Entonces estaba solo?- puso sus ojos “acusadores”, una mirada pícara que siempre me daba gracia.
  -Siempre está solo, hace más de un mes que vive en esa casa y nunca vimos a alguien que no sea él… es extraño.
  -Me pregunto si será de esos que hacen fiestas o de los que se quedan tranquilos.
  -Ese no es el caso, ¿Qué tal si vive solo?
Bajé del auto que Brianna había estacionado junto a un lugar no muy lejos de mi casa, Sorrento Restaurant and Bar, un lugar con una vista a la costa y a un puerto donde la mayoría de los habitantes de la ciudad “estacionaban” sus embarcaciones.
  -No creo que viva solo, debe ser ilegal- atravesamos la puerta principal y nos encontramos con un ambiente de bar familiar que yo adoraba, siempre comíamos ahí- ¿Cuántos años tiene?
  -Supongo que dieciséis o diecisiete- me senté en una mesa junto a la ventana y eché un vistazo a la carta de menús- está en el mismo curso que nosotras, salvo que haya suspendido muchas clases.
  -No creo, estamos juntos en español y no le va tan mal, obvio que yo soy la mejor.
Brianna era la mejor en cada cosa que se proponía, español, atletismo e incluso, cálculo. Cualquiera que la desafiara en algún aspecto, terminaba perdiendo.
Me quedé callada, tratando de elegir alguna comida. Levanté la vista y Brianna estaba haciendo lo mismo que yo. Tenía la impresión que a ella no le preocupaba tanto la misteriosa vida de Ethan como a mí. Yo sabía que él ocultaba algo, ni siquiera lo veía entrar a su casa. Era como si saliera muy temprano y volviera por la noche.

martes, 30 de octubre de 2012

Capitulo 2: Primera Parte



Cuando abrí los ojos, me encontré con la alarma del despertador sobre mi mesa de luz. A un costado estaba mi celular, una lámpara blanca y una foto con mis dos hermanas, Christie y Liz.
Todas nos veíamos muy felices, los ojos de Christie eran más claros que los de nosotras y en aquella foto resaltaban aún más de lo normal, además tenía el pelo corto hasta los hombros (otro detalle que la hacía mínimamente distinta a nosotras); Liz tenía el pelo largo hasta la cintura con unas cuantas hondas y se había hecho unas pocas mechas celestes en la parte de abajo (siempre trataba de ser original), pero lo que más resaltaba era su sonrisa, con esos labios rosados y bien definidos que contrastaban con sus dientes blancos y parejos, acompañados por dos hoyuelos a los costados de las comisuras de la boca. En el otro costado de la foto, estaba yo. Con mi pelo rubio y hondeado, supongo que lo que a mí me resaltaba era eso. El pelo. Christie tenía los ojos, Liz la sonrisa y yo el pelo. Cada una con algo que la diferenciaba de las otras dos.
No entendía como en esa foto se podía reflejar tanta alegría, cuando en la vida real todo se había desmoronado.
Salí de la cama con pocas ganas de regresar al mundo real. Era sábado, no tenía instituto y había mucha tarea atrasada por hacer. En la silla del escritorio vi el uniforme del instituto planchado y muy bien acomodado, seguramente mamá lo había puesto allí para que yo lo guardara en el ropero.
Paso por tu casa antes del mediodía y pasamos el día juntas... Ok? Xoxo Brii”.
Leí el mensaje que había llegado hacía unos cuarenta minutos y comprobé que no hubiera otro, proveniente de James. Desde el accidente, la depresión me había consumido y los hermanos Parks (Brianna y James), trataban de animarme todo el tiempo. Por alguna razón, yo me sentía culpable y aunque ya lo había tratado con la psicóloga del instituto, nada me hacia cambiar de opinión. Ni siquiera los abrazos o las caminatas y largas charlas que tenía con James.
Camine al baño sintiendo que cada paso duraba diez años, hacía casi dos meses que ya no tenía carreras al baño por las mañanas. Ya no tenía que ducharme en el baño del cuarto de mis padres. Ya no tenía quien me ganara la ducha cada mañana.
Cuando termine, en el espejo vi mi rostro cansado, deprimido, triste y aburrido de la vida que llevaba.
Del ropero seleccioné mi bikini turquesa porque estaba segura que mi tarde con Brianna iba a terminar en la playa tomando sol. Luego me vestí con un short de jean celeste no muy ajustado, una remera blanca musculosa y unas zapatillas de lona color rosa chicle. Mientras me miraba en el espejo de mi cuarto, recordaba la trenza espiga que mi hermana solía hacerme. La extrañaba. Pero como ella ya no podía hacérmela, yo misma me peiné con dos trenzas que caían en los costados de mi cabeza. No era muy buena con los peinados, así que salieron algo desarmadas, pero me gustaba ese look informal. Mi pelo era largo hasta la mitad de la espalda, por lo tanto se lucían bastante.
Guardé el celular en el bolsillo del pantalón y me encaminé hacia la cocina. Encontré a mamá preparando mi tazón de cereales y frutillas, como siempre. Todo el mundo nos decía que debíamos tratar de seguir con las rutinas habituales, pero lo que nos aterraba de eso era la idea de terminar hundiéndonos en aquellas rutinas. Aun no había pasado, pero no tardaría mucho en suceder si seguíamos a ese ritmo. Lo peor de todo, era que ninguno de nosotros se preocupaba en hacer algo al respecto.
  -Buenos días amor- dijo con un tono cansado, no dormía bien desde el día del accidente, supongo que mi estado era lo que más le preocupaba.
-Hola Má- tomé mi primer sorbo del licuado de frambuesas que había en la mesada- hoy voy a pasar la tarde con Brianna.
  -Perfecto- dijo fingiendo una sonrisa- necesito que le lleves unos nuevos tulipanes a la señora Mackenzie.
  -Creí que te habías resignado a conocerla- respondí algo sorprendida.
  -Parece que es una mujer muy ocupada, hablando con Ethan ayer por la tarde, me enteré que viaja mucho por el trabajo.
  - ¿Acaso es guía turística?
  - No lo sé, no me lo dijo.
La poca confianza que tenía hacia Ethan seguía igual, aunque últimamente cruzábamos un poco más de palabras, porque  cuando lo veía antes de ir al instituto, me preguntaba cómo estaba yo o si necesitaba algo. Sin embargo, yo sabía que algo escondía. Hacía dos meses que vivía junto a nuestra casa y aún no conocíamos a sus padres (y eso que mamá era una experta haciéndose amigas de las vecinas).
Cuando terminé el desayuno, busqué mi bolso y le pedí a mamá un poco de dinero. Siempre que salí con Brianna terminaba comprando algo para comer o beber, generalmente salíamos a gastar billetes.
   -Quiero que vuelvas antes de la cena- dijo mi madre desde la cocina- seguramente se conecta Christie en internet.
 Me despedí y salí hacia le vereda. El sol me cegó por un momento, pero inmediatamente me acostumbré, mamá decía que ese era el problema de tener ojos claros porque eran hipersensibles (no quiero imaginarme lo que debe sufrir mi hermana Christie).
Atravesé el jardín delantero de mi casa, caminando por un camino de piedras que papá había armado cuando renovaron las plantas y la fachada de la casa. Llegué a la puerta del cerco de madera que rodeaba la casa de los Mackenzie y entré en el terreno.

martes, 23 de octubre de 2012

Capitulo 1: tercera parte.



¡CRASH!
Escuche el sonido de los vidrios al romperse y los sentí clavándose en mis piernas que solo tenían una pollera blanca. Sentí la mano de Liz agarrada fuertemente a la mía, intentando no soltarse por nada del mundo.
Grité su nombre y ella el mío, pero nada nos detenía. La música de Elvis sonaba alegremente en el fondo, pero la escena era todo lo contrario.
El coche con luces blancas que se había cruzado se alejaba mostrando solo dos luces rojas de la parte trasera.
Nuestra camioneta giraba y giraba, sin detenerse. Nada la paraba. El cinturón comenzó a soltarse, el airbag del conductor explotó al mismo tiempo que el del acompañante y dos bolsas de protección hicieron que no pudiera ver nada más.
Ya no escuchaba a Liz gritando mi nombre. Sin embargo yo seguía gritando el suyo.
Las lágrimas, los gritos, la agonía y la falta de aire se apoderaron de mí. Todo era oscuro y no distinguí nada, salvo el ruido del metal al golpearse.
Tenía miedo. Mucho miedo.
Sentí el cinturón de seguridad soltándose, hasta que solo fue una tira de tela rota colgando de lo que parecía ser una puerta. De pronto se abrió y yo, con todas mis fuerzas, intente sostenerme del tablero de la camioneta o de cualquier cosa que me sirviera, pero la fuerza de la gravedad era mayor. Mucho mayor.
Caí en algo parecido a la tierra, pero el ruido de la camioneta seguía cerca mío, tan fuerte y potente como al principio. Pedazos de vidrio estaban esparcidos por el suelo y clavados en mi ropa manchada de sangre.
De repente, el ruido se detuvo y todo quedó a oscuras. La camioneta se había detenido. Yo estaba recostada en el piso boca abajo, intentando respirar con todas mis fuerzas. Era el momento más horrible de toda mi vida. No quería cerrar los ojos para ver si lograba encontrar a Liz, pero no podía ver nada con la noche que había caído.
Luego, de la nada, un resplandor naranja salió de la camioneta. El fuego estaba iniciando dentro, por algún cortocircuito o falla mecánica luego de los golpes.
   -¡LIZ!- grité con todas las fuerzas que tenía, mientras aún estaba tumbada en el suelo- ¡ELIZABETH!- volví a chillar, las lagrimas salían de mí como una cascada. Me sentía sucia, llena de sangre, cansada, adolorida y aterrada. No sabía qué hacer.
Como pude, intenté levantarme. Hacía apenas diez segundos, estaba en la carretera conduciendo felizmente a mi hogar. Ahora estaba en ese infierno.
Levanté la vista, intentando ver qué era lo que estaba sucediendo, muerta de miedo, temblando y presa del pánico. ¿Qué estaba pasando? A lo lejos divisé una sombra caminando detrás de las llamas. Tal vez era Liz. Tal vez estaba ilesa. Tal vez estaba allí para ayudarme.
 Esperanzada, gemí su nombre con todas mis fuerzas, pero la adrenalina del momento hacía que todo me exigiera el doble de esfuerzo. No estoy segura de qué era aquello que caminaba en la escena, pero puedo jurar que tenía forma humana, mas bien, de hombre. El pelo no era largo, caminaba de una manera muy segura, como si supiera exactamente por donde debía pisar y por donde no. Era alto, esbelto y no muy corpulento. No sé qué fue lo que esa cosa intentaba decirme, pero alzó uno de los brazos y luego lo bajó señalando algo.
Me puse de pie a duras penas, mientras el fuego se propagaba en el interior de la camioneta. Debía encontrar a mi hermana. Liz estaba en algún lado, tal vez, dentro del incendio.
Yo no estaba muy lejos, me acerque un poco pero no la encontré. “¿Dónde estás Liz?” pensé desesperadamente. Recorrí los alrededores de la camioneta pero nada. No la encontraba.
   -Kat.
Escuché el gemido que susurraba mi nombre a unos metros de donde me encontraba. Justo donde la silueta había estado hacía unos pocos minutos. Con la luz que propagaba el fuego, logré distinguir un bulto en la oscuridad. Corrí con una fuerza “sobrehumana” dadas las circunstancias y me arrodille junto a ella con la cascada aún cayendo sobre mi rosto. Debía llamar a alguien rápido.
Me di cuenta que Liz estaba mucho mas cubierta de sangre de lo que yo estaba. Su rostro estaba rojo completamente, como en una película de terror, si no hubiese sabido que ella era Liz Cooper, tranquilamente podía parecer otra persona. Estaba llorando de dolor, con las piernas estiradas y boca abajo. Hacía un enorme esfuerzo por respirar y parecía que una de sus piernas estaba quebrada por la posición en que la tenía.
En ese momento, fue como si la adrenalina por no encontrarla hubiera desaparecido. Los dolores aparecieron en mi cuerpo como fantasmas. De repente no podía mantenerme erguida, necesitaba acostarme, no tenía más fuerzas.
  -Kat, sé fuerte- sentí la voz de alguien a mi lado, no sabía si esa era Liz porque estaba con los ojos cerrados, pero nuevamente, me pareció que era un hombre.
Apoyé mi cabeza junto a la de mi hermana y en un susurro le pedí que resistiera, que ella siempre hubiera sido mucho más fuerte que yo. No sabía si me había escuchado, pues había cerrado los ojos. No pude volver a repetirlo, no tenía fuerzas suficientes.
Tomé la mano de Liz y cerré mis ojos también, mientras sentía voces a nuestro alrededor. Supuse que los testigos que estaban en la ruta, llamarían a emergencias. Yo ya no podía hacer nada.
Inmediatamente, caí en lo que hasta ahora fue, el sueño más profundo de toda mi vida.

jueves, 18 de octubre de 2012

Capitulo 1: segunda parte



Pasé por la cafetería para buscar una bandeja con ensalada de algunos vegetales frescos y jugo de naranja. Hacía unos cinco años, me había convertido en vegetariana, si quería estudiar biología marina, tenía que intentar no lastimar los seres que me iban a dar trabajo en la zona de Airlie Beach.
A lo lejos vi a James Parks saludándome. No quería interrumpir entre sus amigos de último año, pero sentía ganas de hablarle (lejos de la presencia de Brianna) aunque sabía que no tardaría en aparecer a mi lado con su plato de hamburguesas y papas de todos los días.
Mejor que mi hermana no nos vea juntos hasta el final del día-. Recibí el mensaje a unos pocos minutos de ver a James con una carita guiñando un ojo-. ¿Te llevo a casa hoy?”.
“Claro-. Respondí-. Necesito transporte...
Te espero en el estacionamiento... x o x o”.
A los pocos minutos, como si supiera que era lo que estaba sucediendo, Brianna apareció quejándose de la profesora de química. Todos los martes era lo mismo. Yo asentía y largaba algún que otro cumplido cada cierta cantidad  de tiempo, mientras ella devoraba una papa tras otra.
Brianna y yo nos conocíamos desde primer grado. Ella siempre había asistido a los colegios de Proserpine. Su padre era arquitecto y su madre tenía un pequeño consultorio dental. De vez en cuando, James la ayudaba; por otra parte estaba Brianna, que odiaba meter su mano en la boca de otras personas y era pésima dibujando. Según ella, se iba a dedicar al cine, su sueño no era ser actriz, ella quería dirigir o producir o editar o algo o lo otro. Siempre tenía nuevas ideas para trabajar .Ya se había encargado de varias producciones escolares, como la obra de los chicos de primer año “Romeo y Julieta” o la escena de “Spartacus” que habían ofrecido James y sus compañeros en el acto de fin de curso del año anterior.
Luego del almuerzo, me dirigí a la clase de filosofía. A veces, iba llena de preguntas y otras, me sentaba en el pupitre como un hongo, todo dependía de mi humor. Pero esta vez no estaba ni muy preguntona o muy callada, era un estado normal que muy pocas veces se presentaba.
Mi compañera era Samanta Gibson, la hija de un empresario famoso en Sídney, aunque no pareciera, era mucho más tímida que yo. Sentarse junto a ella era algo aburrido, no hablaba en toda la clase y para colmo ni siquiera prestaba atención. Era como estar sola.
Durante ochenta minutos nos preguntamos acerca de unas estúpidas curiosidades que tenía Aristóteles. Casi me desmayo de aburrimiento, y el calor era bastante abrasador. Sin lugar a dudas, no podía esperar para llegar a casa luego del trabajo y recostarme en el sofá amarillo de la sala.
El estacionamiento del instituto estaba a la izquierda del edificio, en el medio del campus de los alumnos. El pasto era bien verde y todo parecía perfecto. En el medio estaba estacionado junto a otros pocos autos, la camioneta Land Rover DEFFENDER de James. Era un tono medio azul y estaba en perfectas condiciones, una de mis camionetas favoritas.
Lo saludé a lo lejos con una sonrisa y me acerqué a él. Sentí que el beso que me dio en la mejilla no duró lo suficiente, pero no estaba segura porqué. “Si Brianna me viera, le agarraría un infarto”.
Subí en el asiento del acompañante, pero luego del día que había tenido (con Brianna y sus charlas), me sentía mucho más nerviosa que otras veces en las que había viajado en ese mismo asiento. Como si todo hubiese cambiado.
De pronto, me pregunté porque a mis padres se les había ocurrido enviarme a un instituto a 25 kilómetros de mi casa ¿acaso en Airlie Beach no había otro colegio? La verdad, si lo había. Pero mis padres habían crecido en Proserpine y estaban enamorados del colegio público que había en la pequeña ciudad. Por eso, mi hermana mayor, Christina (Christie), había asistido a él, luego fue el turno de Elizabeth (Liz) y por último, era mi oportunidad de seguir los pasos familiares. Yo, Katherine Cooper, era la última Cooper en tener ese privilegio.
Faltaban diez kilómetros hasta mi casa. Ya estaba cansada, quería llegar de una vez por todas. El sol todavía no se había comenzado a ocultar y yo ya estaba deseando que lo hiciera.
   - Día cansador, ¿no?-. Preguntó James interrumpiendo mis pensamientos. Giré para mirarlo, y el sol iluminaba la mitad de su rostro. Me gustaba eso.
   - Ni te imaginas-. Sonreí.
   - Bueno, yo me preguntaba... podemos salir a comer alguna cosa luego de tu turno en la tienda.
   - Creí que tenías una fiesta- “¡No puedo creerlo!”
   - Bueno, puedo llegar más tarde- Quitó la vista del camino, me miró a los ojos y sonrió.
“¡OH, POR DIOS!”
   - Seguro- “Obvio que podemos”- Salgo a las siete.
   - A las siete será.
“¡Voy a tener una cita con James Parks! ¡Que alguien me despierte!”.
Cuando llegué a casa, papá aún estaba en el trabajo y Liz en la universidad. En el cuarto que antes era de Christie me encontré con mamá que lo había transformado en “oficina”.
   - Hola cariño- Apagó la computadora y fue conmigo a la cocina en el momento en que vio que yo había llegado- Creí que vendrías en autobús.
   - James me trajo, justo tenía que venir a Airlie- Dije, aparentando indiferencia, aunque por dentro estaba a punto de explotar para contárselo a Liz.
   - James… pasas bastante tiempo con él.
   - Mamá- Repliqué, yo no les escondía cosas, no era necesario que me presionaran.
   - Bueno- Se defendió haciendo un gesto con las manos en plan “no molesto más”- Hablé con Christie, viene en unos días, quiere pasar tiempo con la familia.
Adoraba que mi hermana nos visitara, hacía unos cuatro años que no vivía con nosotros. En la academia donde estudiaba Liz, se había recibido de psicóloga y ahora trabajaba en un consultorio de Sídney, a unos mil kilómetros de Airlie Beach.
Me cambié de ropa antes de ir a trabajar, en mi cuarto dejé el uniforme y me decidí por una pollera blanca y una blusa negra bastante sofisticada y casual al mismo tiempo. Luego de mi turno no iba a tener mucho tiempo antes de cenar con James, sin duda necesitaba lucirme. Me puse unas bailarinas celestes de cuero y me corregí el maquillaje que tenía desde la mañana. Al final, no quise desarmar la trenza espiga que mi hermana me había hecho. Me miré en el espejo y estaba perfecta, casual pero arreglada al mismo tiempo.
Tomé una cartera bandolera del perchero que estaba junto a la entrada de mi casa, guardé la billetera con el permiso de conducir y todo lo que se necesitaba, el celular y un pequeño frasquito de perfume.
   -Puedo llamar a Liz para que te busqué cuando termine el turno- Se ofreció mamá cuando fui a la cocina a despedirme.
   -No, gracias... James me invitó a cenar- “Tendría que asegurarle que nada mas va a suceder”- Puede buscarme cuando termine de cenar- “Perfecto”.
   -Le avisaré- Era increíble lo disimulada que mi madre podía ser, era una de las razones por las que no tenía muchos problemas en hablar con ella, como la mayoría de las adolecentes- Kat, cuídate mucho.
   -Si mamá- Dije desde la puerta de entrada- Te quiero.
La tienda de surf “SURFIN'” no quedaba muy lejos de casa, a unas pocas cuadras. Estaba frente al mar y por lo general, los martes no había mucho movimiento. El jefe era amigo de mi papá y me permitía hacer los deberes en el mostrador del local cuando no había clientes. Recuerdo que antes de irse a estudiar, Christie trabajaba en la misma tienda, pero cuando se tuvo que mudar, Liz tomó su lugar. Hubiese sido divertido que yo tomara el lugar de Liz, pero ella renunció a las pocas semanas porque había conseguido otro empleo: ayudante en el grupo de teatro del instituto de Airlie Beach.
Vivíamos en una pequeña ciudad, no más de cinco mil habitantes. El verdadero movimiento se veía durante las vacaciones de verano, cuando los turistas se acercaban a surfear, pero no iban por muchos días. Generalmente se hospedaban en Sídney, luego nos visitaban por dos o tres días y más tarde regresaban a la capital de Australia.
Sin duda, era mi lugar favorito en el mundo. Yo no conocía muchos otros lugares además de Proserpine y Airlie Beach. En algunas oportunidades, había viajado a Sídney y Auckland, cuando tenía catorce años, había ido con la escuela a conocer las playas de una ciudad llamada Esperance. También, cuando tenía doce años, habíamos ido en avión a Los Ángeles, la ciudad en donde nació mi padre, para visitar a mis abuelos (pero desde entonces, ellos nos visitaban a nosotros). En fin, de todos los lugares que conocía, fuera y dentro de Australia, mi favorito era Airlie Beach. No me gustaban los lugares con mucha gente o fríos, a mi me agradaba la playa, poder caminar descalza sobre la arena tibia, nadar en las aguas cristalinas del mar o deslizarme sobre las “mejores olas del mundo”, de vez en cuando, bucear en arrecifes de corales o salir a correr con Brianna. La idea de vivir en ese paraíso, me fascinaba.
Las calles hasta el mar no eran muy movidas, sobre todo las de mi vecindario. Las casas eran distintas, ninguna se parecía a la otra. Como la mía, que tenía paredes en desniveles, un pequeño balcón con barandas de madera y ventanas modernas blancas de aluminio; algunas paredes eran de ladrillo barnizado y otras azul cielo. La puerta era blanca igual que cada ventana. Tenía un enorme ventanal con cortinas que no dejaban ver al interior salvo que se corrieran.
En la vereda, el pasto era bien verde y podado. Mamá tenía unos tulipanes rojos junto a la puerta del garaje y un enorme jazmín junto al ventanal del cuarto que ahora se había transformado en oficina. No es por presumir, pero era realmente hermosa. Me encantaban los colores o las mezclas del ladrillo con blanco y azul. Moderna, rustica y cálida al mismo tiempo.
Llegué justo a tiempo antes que Zeth, el chico del turno anterior, se fuera. No había mucho para hacer, así que navegué por internet los primeros cuarenta minutos. Hacía calor, pero era martes, tal vez esa era la razón del poco movimiento que había en la zona.
   -Hola- Levanté la vista de una revista de paisajes que había encontrado en el mostrador y lo vi a Ethan parado frente a mí.
   -Hola- Respondí con mi mejor sonrisa falsa, apenas hacía poco tiempo desde que vivía allí  y ya era normal verlo comprando cera de coco para su tabla- ¿En qué puedo ayudarte?
   -Lo de siempre- Respondió dedicándome otra de sus encantadoras sonrisas, hay que admitir que eran muy lindas, aunque a mí no me inspiraban confianza- Cera de…
   -Coco- Completé la frase mientras la buscaba en uno de los estantes- Son diez.
Le cobré y me aseguré de parecer ocupada para no crear conversación. Cuando salió, me quedé mirando de reojo hacía la playa, donde estaba pasando la cera y el gel por la tabla. Yo adoraba el olor a coco, era mi favorito de todas las que vendíamos. Siempre que Ethan la compraba, yo aprovechaba para olerla en “secreto”.
A lo lejos lo veía, con la misma tabla de siempre, una que nunca me llamó la atención salvo cuando estaba cargando su tabla. Era hermosa, blanca con flores hawaianas turquesas y espirales negros. Una combinación perfecta junto a la cera de coco.
Cuando mi turno acabó a las siete, en el estacionamiento de la playa me encontré con la camioneta de James esperándome. Justo mientras salía, me topé con Ethan y él hablando junto al auto de mi vecino.
  -Hola- Dije en un intento por unirme a la conversación, pero Ethan me había robado a mi pareja- ya podemos irnos.
Ambos se despidieron y a mí me agarraron unos escalofríos, no confiaba plenamente en Ethan, no conocía a su familia y apenas lo veía en el instituto. No lo quería cerca de mi vida privada.
James y yo fuimos a un parador en una playa un poco alejada de mi casa llamado “Betty's Beach” uno de mis favoritos.
 Las paredes estaban pintadas de blanco con “manchas” en los distintos tonos del azul. Las mesas eran de madera negras con aspecto de gastadas y tenían jazmines en el centro (mis flores favoritas). En una de las paredes que no tenía ninguna mancha, había muchísimos cuadros de colores abstractos, como imitaciones de Picasso. Todo era moderno y ordenado, el único lugar de la ciudad que siempre estaba con más de diez mesas ocupadas.
   -Buenas noches- Nos saludó una camarera que parecía ser nueva, no la había visto en ese lugar antes- ¿Qué puedo servirles?
Miré a James que me alentó con la cabeza para que pidiera lo que yo quisiera. Miré la carta pasando de la sección de carnes. Me decidí por una ensalada Warholl que parecía realmente deliciosa (con champiñones, quesos de todo tipo, palta y rúcula) y jugo de frutas con mango, naranja y maracuyá para beber. Me sorprendió que James no pidió nada de carne: un omellette con queso y tomates más un jugo de naranjas.
   -Supe que eras vegetariana.
   -Hace uno años- Respondí- ¿Tú también?
   -Bueno, creo que debo empezar a cuidarme, pero no del todo.
La comida no tardó en llegar, todo estaba delicioso. El plato de ensalada era demasiado grande, así que no pude terminarlo del todo, pero el jugo sí que lo acabé. Nunca había probado algo con tanta mezcla de sabores, era dulce, agrio y explosivo al mismo tiempo.
   -La pasé realmente bien- Le dije a James mientras nos retirábamos del restaurante.
El me sonrió y yo sentí el impulso de besarlo en la mejilla. Lo hice y su sonrisa se agrandó aún mas, era realmente perfecto. Nunca me presionaba a nada, era amable y muy lindo. Me había tratado muy bien esa noche y realmente me había divertido.
De pronto, deseé no haberle dicho a mi madre que Liz me buscara. Quería que él me acompañara a casa, pero no fue posible, porque a los pocos minutos lo despedí y caminé hasta la esquina para subir a nuestra camioneta.
   -Bueno, son casi las diez y subiste con una sonrisa- Dijo Liz ni bien me acomodé el cinturón de seguridad. Yo solo sonreí aun mas- ¿Te besó?
   - Somos amigos- Respondí aunque ambas sabíamos que era una mentira gigante.
   -Si no lo buscas tú, tarde o temprano, Christie o yo iremos a por él- Su comentario me dio mucha gracia, porque no era seguro, pero sabía que Liz no mentía- Simplemente míralo- Ambas vimos por los espejos retrovisores mientras el auto se ponía en marcha- Es lindo, tiene esa sonrisa y esos ojos profundos que ¡Oh dios mío!
Era imposible hablar seriamente de chicos con mi hermana. Ella era capaz de unirse a un equipo de algún deporte que no le gustara solo para impresionar a un chico, luego siempre terminaba contando la verdad, lo que hacía que el chico la quisiera aún más. Cuando tenía quince se anotó en el equipo de atletismo para impresionar a Joey Bauska, terminaron juntos por seis meses y resultó que le gustó el atletismo. De vez en cuando se unía a nuestras salidas con Brianna.
   -Oye, no quiero molestar, pero ¿Recuerdas a mi amiga Jane?- Asentí con la cabeza- Bueno, se mudó a una casa en las afueras, casi llegando a Proserpine pero tiene unos papeles que necesito con urgencia para mañana, ¿No te molesta que los busquemos?
No tenía absolutamente nada que hacer, y si la noche anterior me había acostado tarde y había sobrevivido al día de instituto, supongo que podría hacerlo una segunda vez.
 Al cabo de veinte minutos, estábamos en una pequeña y verde estancia con una enorme casa blanca y una galería en el frente. El techo era rojo al estilo colonial igual que las ventanas y puertas de madera.
Me quedé esperando en la camioneta a que Liz volviera con los papeles que necesitaba, apenas eran las diez y media, mis padres no iban a regañarme, después de todo estaba en compañía de un mayor de edad (mi hermana tenía 19).
Apreté el botón de encendido en el estéreo y la música de Elvis comenzó a sonar en los parlantes. La canción era bastante pegadiza.
Me concentré en mirar las estrellas, el cielo estaba lleno de ellas. Cuando el cansancio me asechaba, igual que aquella noche, me encantaba recostarme en la hamaca paraguaya que colgaba entre dos árboles en el patio trasero de casa y mirarlas hasta dormirme. Airlie Beach era muy tranquilo y no siempre hacía frio, dormir afuera era cuestión de gustos, y mi hermana Liz y yo compartíamos varios.
Bajé la vista hacia la salida de la casa y de mi interior se desprendió un grito de espanto. Juro que los vi a James y a Ethan, uno a cada lado del hogar de Jane ¿Qué estaban haciendo allí?
Abrí y cerré los ojos unas cuantas veces, seguramente el cansancio me estaba haciendo ver cosas que no existían, como alucinaciones. Volví a mirar a los costados de la casa pero ninguno de los dos estaba allí. El corazón me latía muy rápido, estaba segura que eran ellos. Yo no había visto siluetas o sombras.
 James miraba a Ethan quien me observaba fijamente, asegurándose de no perder ninguno de mis movimientos. Sus ojos verdes estaban clavados en mí, sin pestañear ni moverse. Me miraba sin demostrar absolutamente nada.
Estando un poco nerviosa, intente distraerme mientras esperaba a Liz. Miré en el asiento de atrás y encontré unos papeles (era normal que cuando estaba aburrida en el auto, comenzara a revisar las cosas) los saqué de un sobre de papel madera en el que estaban metidos y encontré las calificaciones de mi hermana. Al verlas, no podía creerlo. Todas eran perfectas y con honores, sin duda era el orgullo de la familia. Ni siquiera Christie había logrado algo como eso. Era seguro que Liz iba a conseguir ese auto que tanto quería. Estaba feliz por ella.
Subió nuevamente en el asiento del conductor y yo le comenté lo de las notas. No quería hablarle de mi alucinación porque seguramente iba a pensar que no podía sacar de mi mente a James y a nuestro apuesto vecino.
   -Es una sorpresa, no quiero que lo sepan para que se preocupen, luego quiero contarles.
Procuré guardar el secreto. Mamá y papá iban a estar como locos, una boleta de calificaciones como aquella merecía un muy buen reconocimiento, igual que Liz.
   -¿Cómo fue que lo lograste?
   -No lo sé, supongo que estudiando... deberías probarlo alguna vez.
Solo reí sobre su comentario, mis notas también eran bastante buenas. Quise contestarle, pero una luz blanca y un destello azul en el camino nos cegaron a ambas.