Sinopsis

Kat tiene una vida normal. Solo una cosa no cuadra en ella: su nuevo vecino, Ethan Mckenzie.
Luego del accidente con su hermana Liz, todo apunta hacia Ethan. Él guarda un enorme secreto y ella esta dispuesta a descubrirlo.
Aunque eso implique un gran riesgo...
Las playas de Australia, con su interminable sol y sus codiciadas olas, serán testigos de la mayor aventura que pueden vivir dos jovenes con un romance peligroso.

martes, 22 de enero de 2013

Capitulo Tres: Segunda Parte


En el pasillo de mi casillero me encontré con James, al fin veía a alguien que realmente me agradaba.
  -¿Almorzamos juntos?- le pregunté mientras caminaba rumbo a la cafetería.
Por lástima no aceptó, se iba a retirar porque tenía que ver algunas cosas en su casa. Conociendo a los señores Parks, no quise preguntar.
  -No puedo llevarte a casa, lo siento.
  -Está bien, puedo tomar el autobús… además tengo entrenamiento en el equipo de hockey.
  -Está bien, puedo llamarte luego.
El instituto nos incentivaba al deporte, por eso era obligatorio que cada alumno eligiera algún tipo de actividad. En primer año tenía varias opciones, entre ellas el hockey. Brianna intentó elegirlo también para pasar tiempo juntas, pero no se le dio muy bien y lo abandonó para unirse al equipo de vóley. Dese entonces, todos los miércoles tenía que quedarme un hora más para entrenar, lo cual era  conveniente, porque aunque no tenía mucho tiempo para otras actividades, podía hacer algún tipo de deporte.
Me despedí y caminé rumbo a la fila de la cafetería.
Se notaba que iba un poco tarde, porque cuando llegué, había como unos cincuenta alumnos frente a mí, lo peor de todo era que el último en la fila era Ethan Mackenzie. “Siempre yo”. Agarré una bandeja y me paré tras él intentando ignorarlo.
  -Parece que nos encontramos todo el tiempo- se volvió hacia mí- ¿Acaso estás siguiéndome?
  -Sigue soñando, es gratis.
  -Já, ganaste.
Sonreí ante su comentario, al fin había ganado yo. Me gustaba ganarle.
Al cabo de unos minutos, compré una ensalada mixta de queso y palta, agua mineral y gelatina de frambuesa de postre.
El día estaba lindo, salí al patio exterior y me senté en el banco junto a una compañera de literatura, Jaimie Powell, una chica súper blanca, de ojos y pelo negro que adoraba hablar.
Mientras ella me comentaba acerca del reporte que debíamos entregar, yo estaba sumergida en mis pensamientos.
¿Por qué nunca veíamos a los padres de Ethan?
¿Realmente me estaba siguiendo el sábado por la tarde?
¿Había algo más que escondía?
Miré a nuestro alrededor y lo encontré sentado en una mesa no muy lejos de la mía.
¿Por qué me lo encontraba tanto últimamente? Tal vez era un espía del gobierno. No, muy improbable, loco y fantástico.
Volví  a mirarlo de reojo, intentando que nadie lo notara. Otra duda surgió en ese preciso instante.
¿Cómo era posible que los padres de Ethan lo enviaran al mismo colegio que a mí, a veinticinco kilómetros de su respectivo hogar? Yo creía que los únicos fanáticos del instituto Proserpine State High School eran mis padres. Además, tal vez, no era casualidad que viviera junto a mi casa.
Aparecía en cada momento de mi vida desde que lo conocía. Sin que yo lo buscara, él sabía casi todo sobre mí: conocía a mi familia, sabía a qué instituto asistía, donde trabajaba y donde vivía. Mientras que yo apenas conocía su casa desde afuera y sabía su nombre. Era más información de la que me gustaba brindar.
De pronto, las sospechas se agravaron. Una parte de mi quería averiguar todo sobre Ethan Mackenzie, pero otra me repetía que era demasiado loco. La idea de que me persiguiera no me gustaba, no entendía cual era la razón para espiarme. Yo no tenía muchas cosas interesantes, mi familia era normal, no había secretos, mi vida era siempre la misma rutina, pasaba casi todo el día en el instituto, me gustaba estudiar, trabajaba y los fines de semana, comía con Brianna en Sorrento. Nada del otro mundo, yo era exactamente igual a cualquier otra adolecente del mundo. A veces me sorprendía lo normal que mi vida podía llegar a ser.
Intenté pensar en otra cosa, era demasiado para un solo día. Tal vez, lo más conveniente era hablar con Brianna sobre lo que sucedía, ella era muy buena dando consejos.
Cuando miré hacia el estacionamiento del instituto, encontré a James subiendo a su Mitsubishi ASK celeste, su nueva camioneta. No hacía mucho que la había comprado, era muy grande, cómoda y lujosa. Siempre me preguntaba por qué había cambiado la camioneta Land Rover, suponía que quería modernizarse en alguna manera.
Me hizo señas con la mano en plan: “te llamo esta noche” y yo sonreí. Era lindo hablar con él antes de cenar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario