Sinopsis

Kat tiene una vida normal. Solo una cosa no cuadra en ella: su nuevo vecino, Ethan Mckenzie.
Luego del accidente con su hermana Liz, todo apunta hacia Ethan. Él guarda un enorme secreto y ella esta dispuesta a descubrirlo.
Aunque eso implique un gran riesgo...
Las playas de Australia, con su interminable sol y sus codiciadas olas, serán testigos de la mayor aventura que pueden vivir dos jovenes con un romance peligroso.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Capitulo Tres: Cuarta Parte.


No tuve tiempo de preguntar qué rayos hacía allí o pedirle explicaciones, no pensaba hacerlo.
Corrí hacia el Jeep, abrí la puerta del acompañante y me incrusté en el asiento con toda la rapidez y fuerza de la que era capaz.
Respiraba súper agitada, parecía que el pecho se me iba a caer. Recordé el accidente paso a paso y me largué a llorar. Observé por el espejo retrovisor con lágrimas en los ojos y grité al ver que aquellos tipos le estaban pegando a Ethan. No me simpatizaba, pero no era para tanto.
Grité su nombre, pero era claro que no podía oírme. Abrí la puerta, sin salir del coche, volví a llamarlo y le pedí que regresara, teníamos que largarnos de aquel lugar cuanto antes.
  -¡Ethan, tenemos que irnos!- grité con toda mis fuerzas, y casi siento que me quedo sin voz- ¡déjalos ya! ¡POR FAVOR!
No sé si será porque estaba cansado, pero volvió hacia donde yo estaba, subió al Jeep, lo puso en marcha y a toda velocidad vi como los tipos con pasamontañas quedaban cada vez más pequeños.
Mi respiración iba a mil por hora y mi humor era peor que el de una manada de leones. Miré a Ethan y noté que ni siquiera estaba agitado, ¿Era eso posible?
  -¿Co… me estabas…- intenté preguntar las mil y un palabras que estaban en mi mente al mismo tiempo pero no lo logré, tenía que serenarme inmediatamente.
  -Respira profundo.
Inhalé y exhalé, tal cual lo indicaba Ethan.
  -¿Cómo me encontraste?- fue lo único que logré decir, aunque salió en un tono rápido y casi inentendible.
  -Simplemente pasaba por el lugar.
  -¿Estabas siguiéndome?
  -Simplemente te encontré por casualidad.
  -Estabas siguiéndome- afirmé con seguridad.
  -¿Crees en el destino?- asentí, no muy convencida- digamos que él intervino.
  -Pues, en este caso, no creo en el destino.
  -Como quieras…
Entendí que esa iba a ser la única respuesta que saldría de su boca.
  -Te lastimaron- me observó él, intentando no quitar la vista del frente- Tenemos que limpiarlas.
Apenas tenía un mínimo corte en la frente, nada grave, solo salía un poco de sangre. Nada importante.
  -¿Segura que no hay nada más?- volvió a insistir- ¿no te hicieron nada?
  -Estoy bien… de verdad.
  -No puedo llevarte a tu casa con eso en la frente.
No pretendía ir a ningún otro lado con Ethan Mackenzie. Ni en sueños.
Cuando el Jeep fue aparcado en la entrada de garaje de su casa, me di cuenta que no podía perder aquella oportunidad. ¡FANTÁSTICO!
Aunque estaba esa parte que se resistía, terminó ganando mi diminuto lado aventurero, que últimamente estaba desesperado por salir.
Subí los escalones de la galería y, mientras Ethan sostenía la puerta, entré. No podía creer que estaba allí.
De pronto, tenía un enorme living-comedor frente a mí. Con dos enormes sillones negros bien mullidos y una gigantesca mesa de madera blanca en el otro extremo de la habitación. Las paredes eran de un tono verde cálido y tenían muchos cuadros abstractos. Un televisor con pantalla de plasma colgaba en una de ellas, con una hermosa lámpara a su lado.
Todo era armonioso y perfectamente acomodado, sin mencionar que tenían un pequeño toque moderno. Me gustaba.
  -Enseguida vuelvo- me dijo él, metiéndose en lo que supongo, sería la cocina- siéntate si quieres.
Para no quedar mal (y porque me moría por probar aquellos sillones), hice lo que me ofreció. Me senté y sentí como mi cuerpo se hundía en aquellos almohadones. Eran demasiados perfectos.
“un momento- recordé- estoy aquí para juntar evidencia de que Ethan es un psicópata”.
Pero luego, volví a notar que aquel sillón era muy lindo, había estado en un muy cansador entrenamiento de hockey, los tipos con pasamontañas me había deshecho y el sillón era MUY lindo.
Al final, me resigné a volver otro día, tal vez podía hacer una especie de “tregua” conmigo misma y dejar suelta la parte mía que no sospechaba de Ethan. Así iba a volver alguna otra vez.
Antes que él regresara, noté que en toda la habitación no había ni una sola foto de alguna persona. Aquello era prácticamente imposible, todo el mundo tenía al menos una foto.
Mi casa estaba repleta de retratos de mis padres en Sídney o Los Ángeles; Christie, Liz y yo en nuestros primeros días de instituto, o momentos inolvidables y ridículos.
Hasta la incomparable casa de los Parks estaba repleta de fotos familiares, salvo que la de ellos era en lugares como Italia o China, habían conocido casi todo el mundo.
Como sea, casi todo el mundo tenía fotos de algún familiar en una mínima foto, aquella casa no tenía nada. Era como si estuviera recién salida de un catálogo de revistas. Todo era muy… irreal

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